martes, 5 de enero de 2016

Una turista cubana en Nicaragua

A mis espaldas sube el humo del volcán
Si alguien me hubiese dicho que iba una vez a pararme al borde del cráter de un volcán activo, lanzando espesas columnas de humo hacia mi rostro, no solo me habría reído a carcajadas, sino que lo hubiese tildado de loco. Eso jamás pasó por mi cabeza.

Pero vine a Nicaragua, tierra hermosa, de lagos y volcanes. No podía irme de aquí sin visitar uno, mucho menos después de que el "Momotombo" saludara mi llegada entrando en erupción tras un letargo que se extendió por más de cien años.

Así que el primer domingo de 2016 nos fuimos de excursión.

En lo más alto del sendero,
entre los dos volcanes
En el Parque Nacional Volcán Masaya, escalé hasta lo más alto (635 metros). Desde allí podía contemplar ambos volcanes: el humeante "Nindirí" y el "Masaya", dos bocas inmensas que parecen dispuestas a tragarse todo a su alrededor en cualquier momento.

Desde aquella cima pude deleitarme con una belleza imponente, subyugante: los impresionantes cráteres, las colinas, los lagos, aves, variada vegetación. Di gracias a Dios por permitirme admirar todas estas maravillas por él creadas.

Después, nos fuimos hasta Catarina. Mis ojos se fascinaron con los viveros en los que crecen las más diversas plantas ornamentales, así como las bellísimas muestras de artesanía a uno y otro lados de la carretera: detalles distintivos de este pueblo, cuyo mayor atractivo es, sin dudas, el mirador sobre el volcán-laguna Apoyo.

El lago -de unos 7 kilómetros de diámetro, rodeado por una pared volcánica- surgió hace 23 mil años, tras una erupción del antiguo volcán Apoyo. Desde el mirador se puede apreciar no solo la laguna, sino la ciudad de Granada, el lago Nicaragua y el volcán Mombacho.
Con mis sobrinos, en Catarina

Muchas familias estaban disfrutando de los atractivos del paisaje, lo mismo a simple vista que a través de los telescopios, paseando a caballo, saboreando platos nacionales, escuchando la tradicional música de marimba -que no más llegar me sorprendió con el cubanísimo "Manisero"-, y comprando recuerdos en pequeñas tiendas diseminadas por todo el lugar.

Al fondo, volcán-laguna Apoyo
Apenas era mediodía cuando pusimos rumbo a "la Gran Sultana", la ciudad de Granada, cuyas múltiples construcciones coloniales, palmeras, y hasta coches de caballos, me hicieron sentir más cerquita de Cuba.

El ambiente festivo de estos días se contagiaba por todo el lugar: el parque, las calles, el malecón junto al lago y, especialmente, el ferry que realiza cruceros familiares hasta Las Isletas, que en igual número que los días del año nacieron de una erupción del "Mombacho".

El barco se adentra en la inmensidad del "Cocibolca" o Lago Nicaragua; la vista se pierde, y a lo lejos solo se ven las márgenes que bañan las faldas del volcán rodeadas por una aureola neblinosa.

Al aproximarse a las pequeñas islas, cambia la decoración de paisaje y se percibe la vida que bulle alrededor del ecosistema lacustre. Además de la vegetación y algunas aves, se pueden ver botes de  pescadores o de turistas paseando por las tranquilas aguas, las casas y hasta hoteles construidos en muchas de ellas; aunque en otras solo se observan unas cuantas palmas.
Granada recuerda las villas coloniales en Cuba
El ferry permite a sus pasajeros desembarcar en la isleta en la que aún se conserva el fuerte de San Pablo, construido en el siglo XVIII con el objetivo de defender a la ciudad de las incursiones de piratas y corsarios.
Crucero por el Lago Nicaragua

En la pequeña fortaleza de piedra se conservan los añejos cañones. Dos escaleras laterales llevan a la azotea desde se puede contemplar la vasta superficie del lago. Los turistas tienen la opción de viajar en el crucero de la mañana y permanecer allí hasta el atardecer.

Fue un largo recorrido desde la norteña y adorable ciudad de Estelí. Pero bien valieron la pena las horas robadas al sueño, el frío cortante de la madrugada, el sol calcinante en la tarde, las confusiones para encontrar la ruta correcta. Fue un maravilloso e inolvidable día en familia.

El humo no permite apreciar toda la inmensidad del cráter.
A la derecha, cráter del "Masaya"; a la izquierda
se aprecia el humo subiendo desde el "Nindirí".
Junto a una de las tiendas  en Catarina.

LLegando a la isleta del fuerte San Pablo.

Sentados en la azotea de la pequeña fortaleza.

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